Lecturas:
Mateo 5:1-12; Lucas 6:20-23.
Objetivos:
- Presentar las ocho ´bienaventuranzas´ referidas al carácter y a la conducta del verdadero cristiano.
- Examinar el significado de cada bienaventuranza.
- Proponer la influencia positiva de los verdaderos cristianos en la comunidad.
Antecedentes
Normas y valores de Jesús
Para los creyentes cuya máxima prioridad es entender el reino de Dios y su justicia, el Sermón del Monte posee una fascinación singular. Es un manifiesto que Jesús pronunció para darnos una descripción de lo que deseaba que sus seguidores fueran e hicieran. Nos presenta las cualidades que forman la personalidad de sus verdaderos seguidores.
Retrata la conducta que Jesús esperaba de cada uno de sus discípulos, constituidos también ciudadanos del reino de Dios. Por eso, el Sermón es pertinente para nosotros en el siglo XXI. Jesús hizo hincapié en que sus verdaderos seguidores deberían ser completamente diferentes de los demás. No deberían actuar o guiarse en función de los principios morales de los pueblos que los rodean. En el campo de la vida pública y en sus relaciones con sus congéneres los seguidores de Jesús deben manifestar que son auténticos hijos de su Padre celestial mostrando misericordia, trabajando por la paz, sufriendo persecución, amando y sirviendo a los demás.
El estudio inicia con un cuadro completo del verdadero discípulo: las ocho “bienaventuranzas”. Tenemos la obligación de imitar las cualidades propuestas por Jesús; son las que componen “la buena vida”. Por eso, no es la comodidad, sino el desarrollo del carácter de cada verdadero cristiano. Dios quiere que crezcamos espiritualmente imitando a nuestro Señor Jesucristo.
¿Es práctico el Sermón?
El llamamiento del Sermón del Monte a una vida moral y ética es tan elevado que algunos lo rechazan como algo totalmente impracticable. Algunos consideran que tiene que ver con el reino futuro. No hay duda de que Jesús presenta en el Evangelio de Mateo este mensaje como norma para todos los cristianos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que sus exigencias no pueden cumplirse sólo mediante nuestros propios esfuerzos.
Entonces, ¿cómo responder cuando nos digan?
“Sus ideales son nobles pero no son prácticos.”
“Atraen la imaginación pero son imposibles de cumplir.”
“El Sermón del Monte no tiene valor práctico ni para los individuos ni para las comunidades.”
“En el mejor de los casos, representa el idealismo utópico de un visionario. Es un sueño que nunca podrá convertirse en realidad.”
La verdadera felicidad
En Mateo 5:3-10, a cada persona que posee una determinada cualidad, Jesús la declara “bienaventurada”. Las ocho están ligadas. Cada característica del discípulo va seguida de una razón que promete que nadie será un perdedor siguiendo este camino de vida. Las recompensas se hallan en la experiencia espiritual y en la relación con Dios y no en recompensas materiales. La frase clave, que abre y cierra las series, es porque de ellos es el reino de los cielos. Esto se refiere a aquellos que reconocen a Dios como Rey y que, por lo tanto, ven con antelación el cumplimiento de su propósito en sus vidas.
La palabra griega usada en este versículo que se traduce en nuestras Biblias con la palabra ´bienaventurado´ es makários, que significa ´feliz´. Aunque esta es la traducción tradicional, en algunas versiones de la Biblia (Dios Habla Hoy y La Nueva Versión Internacional se traduce con el término ´dichoso´. En la Biblia Latinoamericana, ´Felices los…´.) Ni la palabra bienaventurados ni “felices” traducen adecuadamente makários, que viene a ser, más bien, un término de felicitación o recomendación. En todo caso, se refiere a la persona que recibe la bendición de Dios y así experimenta la verdadera felicidad.
Nuestro Creador sabe cómo funcionamos mejor que nosotros mismos. En la obediencia a las leyes morales de Dios, encontramos plenamente la ´felicidad´. Ėl sabe que existe una conexión íntima entre la santidad y la felicidad. Las bienaventuranzas no prometen sentirse feliz al que las cumpla, sino que nos informan de cómo Dios considera a las personas que se someten a ellas: ´bienaventuradas´ o ´benditas´ (Stott,J. pag.34).
El carácter de los verdaderos cristianos
Las Bienaventuranzas
Los oyentes de Jesús son claramente sus discípulos, en contraste con la multitud. Estos últimos reaparecen como una audiencia más amplia en Mateo 7:28, pero claramente no son los destinatarios principales de su enseñanza. Nótese el contraste entre el uso de vosotros (los discípulos) y el resto de los oyentes. Todas las bienaventuranzas describen lo que todo discípulo cristiano está destinado a ser.
Para nuestro estudio de cada bienaventuranza, el Antiguo Testamento nos da el trasfondo necesario para interpretarlas.
Los pobres en espíritu (Mateo 5:3)
Pobres en espíritu se parece a las expresiones del Antiguo Testamento acerca de los “pobres” o los “mansos”. Son los que a pesar de estar oprimidos confían en Dios para su liberación. Al principio, ser ´pobre´ quería decir estar en necesidad material literal. Pero aquí, la pobreza se refiere a las necesidades espirituales, como podemos comprobar varios salmos: 40:17; 69:29; 70:5; 86:1; 109:21-22.
La primera lección que debemos aprender es que lo importante no es nuestra inteligencia natural, elegancia, personalidad, color de piel, títulos profesionales, comportamiento natural, importancia en el mundo. Lo esencial para el hombre o mujer es crecer como persona por medio de la gracia de Cristo. Pensamos que Dios sólo quiere usar nuestras capacidades, pero también quiere usar nuestras debilidades para Su gloria. A Dios nunca le impresionó la autosuficiencia. De hecho, Dios es atraído por los débiles que admiten serlo. Examine las vidas de Abraham – Génesis 22:8; Moisés – Éxodo 16:7; Josué – Josué 8:1. La Biblia está llena de ejemplos de cómo Dios ama y usa a los imperfectos para hacer cosas extraordinarias a pesar de sus debilidades.
Por eso, ser pobre en espíritu es reconocer nuestra pobreza espiritual delante de Dios.
Este versículo y el que sigue hacen eco de Isaías 61:1-2. Nuestro Señor vio su misión revelada claramente en este cántico. Podemos observar que es investido del Espíritu y ungido, una combinación de términos que se relacionan con el Siervo y con el Rey mesiánico. Nuestro Señor pudo citar este pasaje al comienzo de su ministerio porque ya había aceptado, en su bautismo y tentación, el papel de Siervo sufriente, y con ello, la cruz. Jesús inauguró las bendiciones proclamadas en las bienaventuranzas y en otros lugares a los oprimidos, y particularmente a los que están de duelo. Observemos un verdadero pobre en espíritu al otro lado de Cedrón en Getsemaní (Mateo 26:36-46; Marcos 14:32-42; Lucas 22:39-46). El Señor Jesucristo es el REY del Reino de los Cielos.
De los pobres en espíritu ES el reino de los cielos. Observamos también la misma recompensa para la octava bienaventuranza. Las demás están en el futuro ´…recibirán…´.
Los que lloran (Mateo 5:4)
¡Felices son los infelices! Aquí tenemos una asombrosa paradoja. ¿Qué clase de aflicción puede ser aquella que trae el gozo de la bendición de Cristo? Cristo no se refiere aquí a la aflicción que produce la enfermedad, accidente o pérdida de un ser querido. Otra vez buscamos ayuda del Antiguo Testamento para una mejor comprensión de la frase:
- El lamento de los cautivos en Babilonia (Salmo 137:1);
- La aflicción a causa de la pausa, por lo menos en apariencia, del cumplimiento del propósito de Dios (Daniel 10:1-2);
- Se entristeció a causa del pecado (Esdras 10:6).
Un ejemplo de la aflicción del espíritu que Jesús tenía la encontramos en su lamento sobre Jerusalén (Mateo 23:37-39). Jesús lloró por la ciudad impenitente que no lo iba a querer recibir. Lloró por los pecados de otros, por sus amargas consecuencias en forma de juicio y muerte. Nosotros también deberíamos llorar más por el mal existente en el mundo. Sin embargo, no son sólo los pecados de otros los que deberían causarnos lágrimas sino que los que así lloran, lamentan su propia naturaleza pecaminosa.
Jesús promete consolación para los que así lloran. El único consuelo que puede aliviar esta tristeza es el perdón gratuito de Dios. Santiago 4:9-10 dice:
“Afligíos, lamentad y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor y él os exaltará.”
Los mansos (Mateo 5:5)
El elevado lugar que se concede a la mansedumbre en la lista de virtudes humanas se debe al ejemplo y la enseñanza de Jesucristo. Los escritores paganos mostraban mayor respeto por el hombre que confiaba en sí mismo. No obstante, sus raíces se encuentran en el Antiguo Testamento.
La mansedumbre Moisés, aunque retenía la fortaleza del liderazgo, se mostró dispuesto a aceptar daños personales sin resentimiento o recriminación (Números 12:1–3). En verdad sufrió muchas aflicciones. Igualmente recibimos ejemplos en la vida de Abraham (Génesis 13:8-9) y David (2 Samuel 16:11-12). La mansedumbre es una cualidad del rey mesiánico (Zacarías 9:9) y el tema del Salmo 37:7-8 Deja la ira y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo… Los mansos no se resienten ante la adversidad, debido a que aceptan todo como efecto del sabio y amoroso propósito de Dios para ellos, de modo que también toleran injurias de los hombres, sabiendo que Dios las permite para su bien final (Salmo 22:26; 25:9; Isaías 29.19).
Normalmente la mansedumbre evoca el cuadro de un ser débil y afeminado. Pero no es así en las enseñanzas de las Escrituras. En el Nuevo Testamento, la palabra mansedumbre (el adjetivo griego praus) es una expresión práctica de la actitud del pobre en espíritu. Es parte del fruto del carácter semejante al de Cristo, producido solamente por el Espíritu (Gálatas 5:23). La mansedumbre y la ternura de Cristo fueron el origen del ruego de Pablo a los desleales corintios (2 Corintios 10:1). El apóstol recomendaba que la mansedumbre era el espíritu con el que se debía amonestar a un hermano errado (2 Timoteo 2:25), y en el cual debían soportarse unos a otros (Efesios 4:2). De forma similar, Pedro exhortaba diciendo que era necesario responder con mansedumbre al pagano que inquiría o discutía (1 Pedro 3:15). La mansedumbre se manifiesta de forma suprema en el carácter de Jesús (Mateo 11:29; 21:5), como quedó demostrado en grado superlativo cuando se mantuvo sin replicar o justificarse a sí mismo ante quienes lo acusaban injustamente.
Estos mansos, añadió Jesús, heredarán la tierra. Tal fue la confianza de los santos y humildes hombres de Dios. El Salmo 37 dice: …Confía en Jehová y haz el bien; habitarás en la tierra (v.3)…Los que esperan en Jehová heredarán la tierra (v.9)…los mansos heredarán la tierra (v.11)… los benditos de él heredarán la tierra (v.22)… los justos heredarán la tierra (v.29).
En esta promesa del Señor, recordamos lo que dijo Dios a Abraham. Hablando de la tierra prometida, dijo Dios: La daré a tu descendencia para siempre (Génesis 13:15)
La simiente de Abraham no son necesariamente sus descendientes naturales sino los que comparten su fe y esperanza. La promesa hecha a Abraham les asegura que también ellos heredarán una parte de esta tierra. Una vez más, esto concuerda con la predicación de Jesús: Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. (Mateo 5:5). Ahora entendemos cómo pasajes de la Biblia, que aparentemente no tienen relación entre sí están relacionados por este penetrante tema del reino de Dios que es un hilo conductor que los une.
Los que tienen hambre y sed de justicia (Mateo 5:6)
Es la única bienaventuranza que implica aspirar a algo que todavía no se ha obtenido. Las demás describen una condición espiritual existente. Tal hambre espiritual debe ser una característica de todo el pueblo de Dios. Es cierto que Jesús enseña en Mateo 6:33… buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia.
En unos de los salmos, podemos ver que todo el ser de la persona está penetrada por un anhelo que le consume por la casa de Dios y por Dios mismo: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios… (Salmo 42:1-2). …Mi alma tiene sed de ti… (Salmo 63:1-2). Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová… (Salmo 84:2).
Referido a relaciones entre los hombres, la acción justa es aquella que cumple los requisitos de la relación y, en un sentido más general, promueve el bienestar y la paz de la comunidad (1 Samuel 24:17; Proverbios 14:34). En el período profético, la justicia ya incluye la idea de ayudar al pobre y al necesitado (Daniel 4:27; Amós 5:12, 24). La acción justa es, por ende, la acción que surge de la elección que en su gracia Dios hizo en cuanto a Israel y que concuerda con la ley del pacto (Deuteronomio 6:25; Ezequiel 18:5–9). Dios mismo es justo (2 Crónicas 12:6; Salmo 7:9), y por lo tanto se puede confiar en que él ha de actuar de conformidad con los términos de su relación con Israel. Dios es, por lo tanto, un juez justo que obra a favor de su pueblo.
El propósito fundamental del reino de Dios es dar gloria a Dios, hasta que la tierra esté llena de su gloria, como las aguas cubren el mar (Habacuc 2:14). Este es el objetivo final de Dios: Mas tan ciertamente como vivo yo, y mi gloria [llenará]…toda la tierra (Números 14:21). Dar gloria a Dios significa que los habitantes de la tierra apreciarán, alabarán e imitarán sus justos atributos. Aquellos que tienen hambre y sed de justicia… serán saciados con ella en el reino (Mateo 5:6).
Aunque no hay liberación inmediata de la desilusión y oposición en la vida cotidiana, las bendiciones presentes de una vida en Cristo pueden ser maravillosamente satisfactorias. No obstante en esta vida nuestra hambre de justicia nunca será plenamente saciada, ni nuestra sed totalmente apagada. En verdad recibimos la satisfacción que la bienaventuranza promete.
Los misericordiosos (Mateo 5:7)
La determinación del origen del concepto de la misericordia en la Biblia resulta complicada por el hecho de que “misericordia”, “misericordioso” y “tener misericordia” son traducciones de varias raíces hebreas y griegas diferentes que, en otros casos, se traducen por medio de otros sinónimos, tales como “bondad”, “gracia”, “favor” (y verbos relacionados). En el Antiguo Testamento denota devoción a un pacto y por ello, en relación con Dios, su amor a lo pactado: Para siempre le aseguraré mi misericordia y mi pacto será firme con él. (Salmo 89.28).
Encontramos también una señal de perdón en las siguientes referencias. Es el misericordioso favor del superior al inferior, completamente inmerecido. Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia… (Salmo 51:1). Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira y grande en misericordia. (Salmo 145:8). Por una parte, identificamos la idea de compasión referida al dolor, miseria y a la aflicción que nos rodea; por otra parte, tiene que ver con el perdón de los pecados y la culpa misma.
Hay una frase bien conocida – misericordia y verdad – en el Antiguo Testamento. Describe el Pacto de Dios con Su pueblo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad… (Génesis 24:28). Para siempre le aseguraré mi misericordia y mi pacto será firme con él. (Salmo 89:28). Mantendrás tu fidelidad a Jacob, y a Abraham tu misericordia, tal como lo juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos. (Miqueas 7:20).
Las promesas de Dios son ´Verdad´ porque son ciertas. Son Su ´Misericordia´ porque nos ofrecen el perdón.
En el Nuevo Testamento, Jesús fue “movido a misericordia”, y nos dice, Sed… misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso (Lucas 6:36; Mateo 18:21). Los cristianos deben vestirse de “entrañable misericordia” (Colosenses 3:12). Por eso, el hombre misericordioso manifiesta el carácter de su Dios en el perdón. Nada nos mueve tanto al perdón como el maravilloso conocimiento de que nosotros mismo hemos sido perdonados.
Nada prueba más claramente que hemos sido perdonados que nuestra propia disposición a perdonar. La promesa de Jesús es: Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia. (Mateo 5.7). Es un eco de los Salmos:
Los de limpio corazón (Mateo 5:8)
Las referencias al órgano físico – el corazón – se refieren al hombre interior, en sentido amplio. En las siguientes referencias se observa el concepto que nosotros asociamos a las palabras ´mente´ o ´cerebro´.
Moisés llamó a Bezaleel, a Aholiab y a todo hombre de talento en cuyo corazón había puesto Jehová sabiduría… (Éxodo 36:2).
…inclinas tu corazón a la prudencia. (Proverbios 2:2).
Fueron halladas tus palabras, y yo las comí. Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón. (Jeremías 15:16)
En el Nuevo Testamento, escuchamos un diálogo con Jesús después de la resurrección:
…¡Insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!… ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?… ¿Por qué estáis turbados y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? (Lucas 24:25, 32, 38).
Por eso, llegamos a una conclusión de que los de limpio corazón son aquellas personas que tienen una mente que Dios considera aceptable. Es decir que en las relaciones, tanto con Dios como con el hombre, estamos libres de la falsedad. Toda la vida, pública y privada, es transparente ante Dios y los hombres. Nuestros pensamientos y motivaciones deben ser limpios. Aborrezcamos la hipocresía y el engaño.
¿Y cómo es posible?
La influencia transformadora y purificadora es la ayuda espiritual accesible cada día. Implica que vivimos cada día con la Biblia. Debemos caminar diariamente con el Señor escuchando sus enseñanzas. La fe es la virtud principal – la fe para creer en las Promesas de Dios y también para reconocer la mano de Dios en todas nuestras experiencias diversas. Pedro explica: Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles (a los gentiles) el Espíritu Santo lo mismo que nosotros (los judíos); y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. (Hechos 15:8-9).
Sólo los de limpio corazón verán a Dios. El cumplimiento en su totalidad de esta bendición pertenece al futuro. Entre los hombres, sólo Jesucristo ha sido absolutamente limpio de corazón. A Dios nadie lo ha visto jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del padre, él lo ha dado a conocer. (Juan 1:18). Sin embargo, lo vemos a Dios ahora con los ojos de fe en un sentido limitado. ¡Qué esperanza tienen los verdaderos cristianos – los de limpio corazón! …pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. (1 Juan 3:2)
Los pacificadores (Mateo 5:9)
Los verdaderos cristianos, según esta bienaventuranza, están llamados a ser pacificadores tanto en la comunidad como en la iglesia. Básicamente el término para paz significa “completo”, “solidez”, “bienestar”. Se utiliza cuando se pide o se ora por el bienestar de otro (Génesis 43:27; Éxodo 4:18; Jueces 19:20), cuando uno se encuentra en armonía o concordia con otro (Josué 9:15; 1 Reyes 5:12), cuando se busca el bien de una ciudad o país (Salmo 122:6; Jeremías 29:7). Puede significar prosperidad material (Salmo 73:3), o seguridad física (Salmo 4:8). Pero también puede significar bienestar espiritual. Es la paz que se relaciona con la justicia y la verdad, pero no con la maldad (Salmo 85:10; Isaías 48:18, 22; 57:19–21).
Para el pecador, primero debe haber paz con Dios, y ha de eliminar la enemistad producida por el pecado, por medio del sacrificio de Cristo (romanos 5:1; Colosenses 1:20). Entonces puede nacer la paz interior (Filipenses 4:7). Ahora bien, la pacificación es una obra divina. Paz significa reconciliación. Por esta razón, el término bíblico, paz, tiene un sentido específico – la paz con Dios. Justificados, pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. (Romanos 5:1).
La paz verdadera y el perdón verdadero son tesoros costosos. Por eso, un pacificador tiene un trabajo importantísimo. Es una persona que trabaja para renovar el compañerismo dentro del hombre y el Dios de Israel. Es un predicador del evangelio. Es el deber de todos los verdaderos cristianos. Pablo dice: Cuan hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas. (Romanos 10:15).
Introducir el evangelio en la vida de un hombre es traerle bendiciones incalculables. Por eso, son bendecidos los pacificadores hoy en día y serán llamados “hijos de Dios”.
Los que padecen persecución por causa de la justicia (Mateo 5:10-11)
En las dos últimas bienaventuranzas pasamos del la reconciliación a la experiencia de hostilidad. Una de las características del mundo es la de la animosidad. Sin embargo, el modo en que Jesús trató a la gente en su día debe servirnos de ejemplo:
- Les predicó en un espíritu de amor y verdadero interés,
- No permitió que ellos le influenciaran con sus costumbres y formas de pensar, y
- Les mostró el carácter cariñoso de Dios por la manera en que vivió.
No obstante, por todo esto, ellos le odiaron. Su esfuerzo por ser obediente a Dios los puso celosos. Incluso su familia (Juan 7:5; Marcos 3:21) y amigos cercanos (Juan 6:66) le pusieron obstáculos y algunos hasta se alejaron físicamente de él. Pablo sufrió la misma experiencia cuando se lamentó ante aquellos que hasta entonces habían permanecido con él en la felicidad y en la adversidad: ¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?” (Gálatas 4:14-16).
La verdad nunca es popular; conocerla y practicarla como debiéramos, siempre nos creará alguna forma de problema, incluso podría generar persecución:
Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu [por el verdadero conocimiento de la palabra de Dios – 1Pedro 1:23.], así también ahora. (Gálatas 4:29). Abominación es a los justos el hombre inicuo; y abominación es al impío el de caminos rectos (Proverbios 29:27). Hay un antagonismo mutuo entre el creyente y el mundo.
Si estamos verdaderamente unidos con Cristo, debemos experimentar algo de sus sufrimientos para que también podamos participar en su glorioso galardón. De nuevo, Pablo nos pone en esto un ejemplo incomparable:
Por tanto, todo lo soporto… Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él [con Cristo], también viviremos con él; si sufrimos [con él], también reinaremos con él…” (2 Timoteo 2:10-12).
Si a mí [Jesús] me han perseguido, también a vosotros os perseguirán… todo esto os harán por causa de mi nombre (Juan 15:20,21), es decir, debido a que estamos bautizados en el nombre de Jesús (Hechos 2:38; 8:16).
Ante versículos como estos es tentador razonar así: “Si eso es todo lo que me espera por estar unido a Jesús, prefiero abstenerme”. Pero, por supuesto, nunca se nos pedirá que suframos algo que no podamos soportar. Aunque por supuesto se nos pide abnegación para unirnos plenamente con Cristo. Nuestra unión con él fructificará y recibiremos un galardón tan glorioso que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse (Romanos 8:18). Y aun ahora, su sacrificio permite que nuestras oraciones en las que pedimos ayuda frente a los traumas de la vida sean especialmente poderosas ante Dios. Y añada a esto la siguiente gloriosa seguridad:
Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar (1 Corintios 10:13).
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Juan 16:33).
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31).
Recordemos que las bienaventuranzas vienen por causa de la justicia. No vienen por causa de lo que hago por mi propio egoísmo, tampoco de mi combate fanático. El énfasis debe estar en Cristo y el testimonio de Cristo (vea v.11). Concluimos que la condición de padecer desprecio, rechazo, calumnia y persecución es una marca normal del discipulado cristiano.
Puntos de reflexión
Reflexión sobre una decisión hecha la semana pasada – .Ser amigos de Dios… (Salmo 25:14)
El desarrollo de carácter
Indique en el espacio abajo ocasiones en que has notado un cambio de tu manera de pensar.
Los siervos piensan más en otros que en sí mismos.
Decídete a animar más que a criticar
Cuando juzgamos a otro creyente, perdemos nuestra comunión con Dios; sacamos a relucir nuestro propio orgullo; dañamos la comunión de la familia de Dios. Escriba abajo las circunstancias de la crítica, pedir perdón durante su adoración privada y ¡borra completamente todo lo que hayas escrito!